Sé fuerte y valiente, porque tú
harás que este pueblo herede la tierra que les prometí a sus antepasados. Sólo
te pido que tengas mucho valor y firmeza para obedecer toda la ley que mi
siervo Moisés te mandó. No te apartes de ella para nada; sólo así tendrás éxito
dondequiera que vayas. ( Josué 1:6-7)
La promesa más grande de todos los tiempos es
Jesús. Dios había
prometido que iba a mandar al salvador para que por gracia, nos salve. Y así
fue. Dios cumplió su promesa. También hay miles de promesas en la Biblia.
Las promesas son para todos, son universales, lo que pasa es que no
todos se quieren tomar de esas promesas.
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En
Génesis 13:14-17, Dios le promete a Abraham que él iba a formar una gran nación
y que iba a poseer una gran tierra. La promesa fue para Abraham y para toda su
descendencia.
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En Éxodo
y Deuteronomio le prometió a Moisés que iba a entrar en la Tierra Prometida,
que iba a alcanzar bendición y mucho más.
Después, Moisés y toda su generación
no pudieron entrar en la Tierra Prometida. Dios juró por sí mismo, porque no
había nada más grande.
Esto nos enseña que los juramentos son solo para
los que hacen algo.
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Si
queremos recibir el cumplimiento de las promesas de Dios tenemos que hacer
nuestra parte.
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Las
promesas no caen del cielo simplemente, estamos llamados a trabajar
para alcanzarlas.
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No todos
están dispuestos a trabajar para llegar al cumplimiento de las promesas.
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Algunos
quieren la promesa pero no están dispuestos a pagar el precio por ellas.
Dios Nos Descalifica
Si Nos Rebelamos Contra Su Ley
Moisés representa a una vieja generación. Que había
conocido la promesa de Dios. Ellos sabían que la promesa de Dios era que
iban a entrar a la Tierra Prometida, pero fue una generación que se murió
en el desierto. En Números 20:12, vemos como Dios le quita el privilegio a
Moisés de entrar a la tierra prometida debido a que habló con arrogancia
al pueblo y golpeó la piedra con enojo dos veces para que brotara
agua que la gente le pedía. El, en ese momento crítico, no creyó en Dios,
le faltó fe y obediencia. Dios nos descalifica si nos rebelamos contra su
ley.
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